Pese a los primeros síntomas de crisis que empiezan a sentirse en junio de 1974, la ansiada bonanza económica que reclamaban los españoles parece que por fin llama a la puerta de la familia Alcántara. Y es que, la buena marcha de los negocios de la imprenta hace que Antonio y el resto de cooperativistas se vean subidos en un llamativo tiburón rojo descapotable siendo la envidia de todo el barrio.